José Manuel González de la Aleja Sánchez-Camacho | Abogado
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Bullying - Realidad latente -

Era una bonita mañana de primavera, en la que, como sucede en sus comienzos, empezaban a brotar los capullos de las flores, el rocío hacía que brillaran los árboles con los primeros rayos de sol; la ciudad cobraba vida. Justo a las 8:00 sonaba el maldito despertador, o al menos eso pensaba nuestra amiga Inés; su madre la llamaba pasados unos diez minutos; estaba perezosa y le costaba levantarse aunque el día luciera espléndido.

Al fin, Inés baja las escaleras para aterrizar en la cocina de la casa, tomar un buen desayuno, unas ricas galletas con leche. Su padre se quedó mirándola; ella tenía la cabeza agachada y la mirada vacilante, su pelo largo hacía más difícil ver su cara de niña; él le dijo: - ¿por qué miras así?, ¿te pasa algo? Inés se quedó callada, siguió comiendo su galleta; el padre únicamente suspiró con fuerza como cuando te falta el aliento, su cara de impotencia lo decía todo, él se disculpó por el cambio de instituto, su trabajo como ingeniero requería muchos cambios de lugar y por tanto tenían que desplazarse por el bien de todos.

Su madre, le había preparado el bocadillo de jamón cocido y queso que tanto le gusta; ya se acercaban las 8:45 y debía darse prisa, aún estaba con el pijama y tenía que vestirse; a un grito de su madre ¿Inés vístete ya que vas a llegar tarde?; subió corriendo por la escalera a cambiarse. Desesperada como cuando llegas justo a coger el tren, no sabía que ponerse, tenía mucha ropa, la mayoría hecha por ella, ya que Inés es una niña con mucha imaginación a la que le encanta diseñar su propia ropa, con casi 13 años hace sus vestidos; justo hoy por ser un día de cambios en su vida, decide ponerse una camisa azul con estampados de mariposas a la altura del pecho y una bonita enredadera de color verde en la espalda, los pantalones de color verde, rasgados a la altura de las rodillas. Aún siendo una chica con mucha imaginación, le costaba enormemente relacionarse con sus compañeros y compañeras, era muy tímida, tardaba mucho en tener confianza y hacer amigos. Mostraba gran interés por la naturaleza, por ese motivo su ropa siempre solía tener figuras de animales o de plantas.

Una vez en la puerta del instituto, Inés corre hacia la puerta de entrada, faltaba poco para que sonara la sirena de la primera clase. Al llegar a su aula, la 0-16; se quedó esperando el ansiado sonido apoyada en la pared; justo en ese momento fue descubierta por las miradas de novedad e incredulidad; la primera porque sus propios compañeros y compañeras no la conocían y la segunda fue de arriba a abajo analizando cada detalle de su ropa. En esa calma que precede a la tempestad, un muchacho llamado Pedro, deportista y amigo de sus amigos la mira con ironía y le dice: - ¿dónde has ido a por esa ropa? ¿acaso te la han dado las hadas del bosque o eres alguna de ellas?; en ese instante todos los de alrededor se empezaron a reír, la broma fue seguida por Lucía, una niña bastante alta que se ponía tacones y maquillaba para ir al instituto: - ¿parece que venga de un pueblo?, no tiene estilo…, a lo que siguieron las carcajadas de lo que parecían ser sus amigas; dicho esto, sonó la sirena y todos pasaron a clase, mientras Inés se quedaba atrás pensativa y resignada, ¿por qué? ¿por qué otra vez a mi?. No lo hemos dicho antes, pero aparte de cambiar de trabajo su padre y tener que desplazarse como motivo de su nuevo instituto, también Inés había sufrido este tipo de burlas en el anterior y a finales de primaria. Estaba triste, se le empezaban a salir las lágrimas, pero se enjugó los ojos con un pañuelo y pasó al aula.

Una vez terminado el recreo con las mismas miradas y la falta de conversación, Inés estaba deseando que llegara la hora de fin de las clases; ahora se ansiaba la sirena ya no por esperanza, sino por desahogo, como cuando al buceador le falta el aire. Eran las 14:25 e Inés estaba en la puerta de salida, con la cabeza gacha y los ojos llorosos, su columna curvada como esclavo que lleva el peso de una gran piedra.

Una vez en la puerta de su casa, Inés pasa por delante de la cocina donde se encontraba su madre preparando la comida y su padre colocando la mesa, unos -hola Inés, ¿qué tal cariño? fueron escuchados por oídos sordos. Ella subió la escalera hasta su habitación, donde una vez abierta la puerta, levantó la cabeza con lentitud, observando con cierta nostalgia; a su derecha se encontraba el armario, lleno de ropa que ella había confeccionado, justo debajo unos cuantos pares de zapatos y botas a la cual más original, llenos de colores vivos que deslumbraban con el brillo de la luz al pasar por la ventana. En el centro, justo al lado de la cama se encontraba una mesita llena de esmaltes de uñas bastante variopintos. A su derecha, una silla blanca; se acercó a ella, subió y abrió la ventana apoyando el brazo en el marco y la barbilla en su mano; miraba con ojos llorosos el día; lleno de colores marrones oscuro; salvo por un tenue rayo de luz que salía de al lado de una pequeña nube que ocultaba el sol por unos instantes; de una mirada de pájaro a su izquierda quedaba ya la imagen de la luna, para cada vez ser más intensa conforme bajaba el día y al final el resplandor de las estrellas anunciando el cercano futuro…

El futuro, que como a otros niños y niñas de colegios e institutos no debe ser arrebatado, ya que supone dificultar enormemente el avance de una persona en su vida, cuando este es machacado desde pequeño con insultos y burlas de todo tipo sobre sus gustos, aficiones, formas de pensar, etc. Simplemente, porque no sigue la corriente y al ser sensible, tranquilo o posee una baja autoestima tiene el caldo de cultivo necesario para ser una víctima de acoso. Para evitar este tipo de situaciones nuestras normas protegen a las víctimas con diversos mecanismos.

En cuanto a la normativa, la propia Convención de Derechos del Niño contiene sus presupuestos entorno al fenómeno del acoso escolar (bullying en terminología anglosajona); nuestra propia Constitución, la legislación educativa y la Ley Orgánica de Responsabilidad Penal del Menor, regulan este fenómeno en el ámbito nacional.

Este tipo de maltrato vulnera en primera instancia el art. 10.1 de la Constitución Española, nuestro derecho a la dignidad como valor espiritual y moral inherente a la persona. La propia Ley Orgánica de educación contiene que como principios del sistema educativo se encuentran el respeto a los derechos y libertades reconocidos en la Constitución; derivado de los mismos, todos los centros escolares deben incluir un Plan de Convivencia, así como establecer las normas para su cumplimiento.

Como respuesta al acoso escolar, la ley tiene sus herramientas tanto en el ámbito académico mediante la capacidad disciplinaria del centro educativo, así como en el ámbito judicial, tanto en la vía penal, civil y administrativa.

En la primera de las posibilidades, la vía penal, podemos encontrarnos con que un mismo acto de acoso sea constitutivo de varios delitos, como ejemplo: lesiones, injurias, calumnias, coacciones, etc. Además, la Ley Orgánica 1/2015, introduce el nuevo delito de acoso (art. 172. Ter en el CP) entendido como aquella situación de hecho que suponga llevar a cabo conductas que se produzcan de manera reiterada e insistente, que por medio de las cuales se menoscabe el desarrollo de su vida cotidiana y así se perjudique el sentimiento de seguridad de la víctima.

Por la vía civil, se trataría de pedir responsabilidad debido a la existencia de una culpa in vigilando, es decir, al tratarse de menores de edad, la responsabilidad de los actos será de los tutores legales de los mismos, por tanto, hablamos de los padres y de los responsables del centro docente, al no evitar, paliar o erradicar la situación de acoso escolar.

Para finalizar, la vía administrativa no debemos olvidarla debido a que los centros de enseñanza públicos, son propiedad de la administración, por tanto, ello podría derivar al estar prestando un servicio público (enseñanza) en responsabilidad patrimonial de la Administración.

Así, tenemos un complejo normativo, que protege ante estas situaciones, muchas veces silenciosas que pueden dar lugar a las más extremas consecuencias. Lo que en un momento puede suponer unas palabras sin importancia, siendo reiteradas con el paso del tiempo, pueden provocar una catástrofe personal, al igual que lo puede hacer la ignorancia silenciosa, al no aceptar a la persona; en unas edades en las que la aceptación es clave para el desarrollo de la persona.

“La mejor forma de hacer buenos a los niños es hacerlos felices.” Oscar Wilde (1854-1900) escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés.

*Nota: este breve artículo está dedicado con todo nuestro cariño, afecto y apoyo a la familia de Lucía, la niña que se suicidó la pasada semana en la provincia de Murcia por sufrir acoso escolar. Y a todos aquellos chicos y chicas que sufren acoso escolar para que no se rindan, lo denuncien y continúen su camino hacia su futuro, porque es suyo y de nadie más.

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